LOS ALTARES EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS EN OAXACA

LOS ALTARES EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS EN OAXACA

El 30 de octubre de cada año, en una de las habitaciones más importantes de la casa, se desocupa un espacio donde se coloca el “Altar de Muertos”, terminándolo el mismo día. En su elaboración participa toda la familia o en algunos casos solo algunos miembros de la misma familia que hacen uso de su creatividad, esfuerzo y devoción.

El tamaño, disposición y el espacio que se tenga varían de acuerdo con sus recursos económicos y gusto de cada familia; sin embargo los símbolos, señales y signos de nuestra cultura prehispánica no deben de faltar en el altar de muertos, así como los elementos usados por nuestros antepasados.

Estos símbolos y elementos son las siguientes:   El arco de carrizo de varas o cañas, la flor de cempasúchil, las ofrendas (comidas, bebidas y frutas), las velas o veladoras y el copal.

En el espacio que se escogió para el altar se coloca una mesa y varios cajones de distintos tamaños, para crear los diferentes niveles, se procede a forrar la mesa y los escalones con un mantel, o sábana blanca, o bien con papel china picado.

En ambos lados de la parte delantera de la mesa, se amarran unas cañas de azúcar, carrizo o simples varas, las que se atan hacia el centro dándoles la forma de un arco. Este arco, sujetado por ambos lados con las cañas, nos habla de la dualidad tan presente en la cultura mexicana. El número uno es el cielo, la habitación de Dios, lo Eterno. El número dos es la tierra, la habitación del hombre, el tiempo. Por eso las dos puntas que forman el arco se unen, se hace uno, y de ahí se cuelgan las flores, las frutas y el pan.   

Podemos decir que el arco habla del deseo, de quienes viven en la tierra, de unirse a los que ya habitan en el cielo, a los que ya no morirán otra vez.

En floreros de barro se coloca la flor de cempasúchil, cuyo nombre significa  “Veinte flores”. Flor funeraria por excelencia y de gran simbolismo religioso, para nuestros ancestros, por su color amarillo, era sinónimo de sabiduría; y además era considerada como símbolo de belleza, verdad y anhelo de nunca morir. Esto se reafirma con los cuarenta manojos de cinco flores cada uno, mismos que deben adornar el arco.

Con el fin de que las almas no se pierdan, en algunos lugares es común colocar un camino de flores de cempasúchil, que va desde la entrada de la casa hasta el mismo altar.La ofrenda tradicional consiste en comida y bebida preparada en la víspera, esta se coloca en el altar de la casa, en platones de barro.

Entre la ofrenda de comida podemos encontrar, el mole, tamales, nicuatole o el guisado preferido por algunos de los fallecidos.

Creencia antigua es también colocar un vaso o jícara con agua en el altar, para que las ánimas sacien su sed, después de un largo viaje desde la otra vida para llegar a la ofrenda.

Una gran variedad de frutas de la región se coloca en el altar, tales como: naranjas, limas, mandarinas, jícamas, nísperos, manzanas, nueces, cacahuates, tejocotes y calabaza en dulce. Y en la bebidas no deben de faltar, la botella de mezcal, refresco, cervezas, téjate, atole, chocolate, y algo más.

Otros elementos que no deben de faltar son las velas de cera blanca, o amarilla y las veladoras. Con la luz de las velas y veladoras se expresa el deseo de acompañar o comprometerse con toda la gente viva y difunta, en el camino de buscar a Dios.

Se acostumbra, igual la quema del aromático copal o incienso en un brasero con tres patitas que representa el cielo, la tierra y el aire. Al ser quemado el copal, el humo sube al cielo a través del aire que llena el espacio entre el cielo y la tierra. El humo del incienso hace, pues, el camino de unirlos a su Dios.

El pan de muerto, tan importante de esta festividad, es alimento indicador de la vida, que se recibe a través de la muerte, por tal motivo no debe de faltar en el altar.

En los altares tampoco faltan los motivos funerarios, con una variedad de figuras en donde se mezcla la severidad de la conmemoración

con sentido del humor, jocosamente, algunas familias rematan la cúspide del altar con la imagen del santo de su devoción y el retrato del difunto bellamente enmarcado.

Existe la creencia que la hora de la llegada de los difuntos para disfrutar de la ofrenda, puede ser al medio día o a la media noche, y es entonces cuando se prenden las velas y se rezan unas oraciones. En otros lugares se piensa que los “angelitos”, niños que murieron bautizados, llegan el día 31 de octubre a las tres de la tarde, y al día siguiente emprenden el retorno a la misma hora. En cuanto a los muertos adultos se cree que llegan a las tres de la tarde del día primero de noviembre para emprender el retorno, después de haber visitado a los suyos en esta tierra, el día dos a las dos de la tarde.

LAS FIESTAS DEL “LUNES DEL CERRO” Y LA GUELAGUETZA

 

Las fiestas del “Lunes del Cerro” tuvieron su origen en la época colonial y estuvieron relacionadas con la llamada Fiesta de Corpus del templo del Carmen Alto, edificio que los Frailes Carmelitas construyeron en las faldas de un cerro al que los zapotecas llamaban Cerro de la Bella Vista cercano a la que en la actualidad es la ciudad de Oaxaca de Juárez y que se celebraba el lunes posterior al 16 de julio de cada año y se repetía ocho días después en la llamada “octava”.

La inevitable interrelación entre los españoles e indígenas y el empeño de los evangelizadores para hacer aceptable la imposición de los ritos católicos, hizo posible el fomento de un culto en el que se incorporaron elementos de la tradición indígena, haciendo más festivos y espectaculares los actos litúrgicos externos.

En el marco de estas actividades religiosas, se inscriben las actuales Fiestas del Lunes del Cerro en la que ahora destaca el espectáculo de danzas, bailes, cantos y música llamado GUELAGUETZA.

 

 

 

 

 

 

La Guelaguetza del Lunes del Cerro es la ofrenda a la ciudad de Oaxaca de Juárez que hacen delegaciones representativas de las ocho regiones que tradicionalmente conforman el estado de Oaxaca: los Valles Centrales, la Sierra Norte, la Sierra Sur, la Cañada, el Papaloapan, la Mixteca, la Costa y el Istmo de Tehuantepec.

Cada delegación presenta una muestra de su patrimonio cultural a través de danzas o bailes que ejecutan al son de la música y los cantos que les son propios vistiendo la vestimenta tradicional de sus respectivas comunidades.

Al terminar la presentación de cada delegación se regala al público su “Guelaguetza”, compuesta por artesanías o productos de sus respectivas poblaciones y regiones.

Desde hace algunos años se han agregado ha esta festividad otras actividades culturales para esparcimiento popular y para el turismo que nos visita; actividades que se efectúan durante todo el mes de julio y que ha logrado que se considere al mes de JULIO, MES DE LA GUELAGUETZA.

Dentro las actividades culturales que se llevan al cabo en dicho mes, destacan: el Certamen de la elección de la representante de la Diosa Centéotl, el Desfile de Delegaciones que se efectúan en los fines anteriores al Lunes del Cerro y la representación de Donají… La Leyenda, también se realiza la Feria del Mezcal, exposiciones pictóricas y artesanales, la Feria del antojo y otras actividades más.

DONAJÍ LA LEYENDA

La Ciudad de Oaxaca tiene como escudo el rostro de una hermosa mujer indígena con  un lirio naciendo de ella,  su nombre es Donají,  y tras el nombre está su leyenda.

La leyenda de Donají es la de una mujer valiente que sacrificó su vida para salvar a su pueblo. En tiempos de guerra entre mixtecos y zapotecos, una princesa rescata y cuida a un guerrero enemigo, es el príncipe Nucano.

Los enamorados reconocen que el enfrentamiento entre pueblos hermanos no tienen sentido y buscan la paz, sin embargo, deben convencer a sus respectivos reinos de ello antes de que se derrame más sangre.

La representación de esta leyenda puede disfrutarse en el Auditorio Guelaguetza los domingos 22 y 29 de Julio por la noche previa al “Lunes del Cerro”.

Con la Ciudad de Oaxaca iluminada como fondo, decenas de bailarines y actores participan en esta espectacular puesta en escena que se ha convertido en un imprescindible para quienes nos visite en Guelaguetza.

Donají… la Leyenda, es todo un espectáculo para evocar el Oaxaca de la época prehispánica y el esplendor de las culturas Mixteca y Zapoteca, que florecieron en los Valles centrales.